LUISCAJALLUIS

Se había detenido una mañana
a la orilla del agua
y fue cerrando lentamente los ojos mientras el mundo
se desnudaba.
Luego vino la luna y todo eso, y el movimiento y la
llama,
y los rojos del tiempo y la oscuridad de la crisálida;
pero él había asistido ya en su jornada,
única y mágica,
a las bodas de la luz con la luz, del sueño con el sueño,
de la nevada con la nevada.
Todo podía ser así, todo era así cuando se amaba,
cuando la mano acariciante era tan justa como la piel
acariciada.
Cuando el dorso de las palomas, y el cuello de las frutas,
y la serenidad de la flor en la cabeza enamorada,
y más aún, más aún, la cal de los floreros, y las mejillas
del aire, y las frentes de las casas
arracimadas
daban
un paso no probado, irrumpían con alas,
más aún, más aún, con sedas que se complacían
en su alucinante trama…
Pero cuando un vientre es un lago y sentimos que su azul
no se acaba
en los senos de la mujer ni en la mirada
de la jarra,
ni en el azul mismo del dios-doncel-dador de los azules
que se muere besando a flor de piel los labios de
los malvas,
sabemos que hay alguien que mira, y nos lo cuenta, y sin
avergonzamos nos lo canta.
Y vemos que nace el niño del niño, y la gracia de la
gracia,
y nos acordamos de que un día el día se alzaba
viendo a un hombre en la orilla de un río
que cerraba los ojos para no ver que el mundo estaba
mal vestido;
después llegó el fuego del sol y el vestigio
de la sangre, y la sombra de los abismos;
pero él había asistido,
en su día translúcido y distinto
al amor de lo blanco con lo blanco, del misterio con
el misterio, de lo nítido con lo nítido.
Todo tenía que ser así, todo era así, cuando los hilos
que tiende el pecho hacia otro pecho son de manera
amante recibidos,
cuando los dedos al alojarse en otros dedos se sienten
a ellos mismos,
y más aún, más aún, con tiempo que se adelantan a su
complicado solsticio…
Pero cuando un vientre es esa música que un brazo apaga
y no interrumpe su ritmo,
ni siquiera en la mujer sin pies que sostiene un libro,
ni en ojos de la lámpara, ni en el azul mismo
del dador-doncel-dios que los azules que deja su reinado
a la puerta de los malvas perdidos,
ya sabemos que hay alguien que dice lo casi nunca dicho,
y parece un niño dando envidia a otro niño,
yendo de lo vivo a lo pintado y de lo pintado a lo
vivo…
Es cuando recordamos que una mañana alguien se había
detenido…

José García Nieto
De la Real Academia Española

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  • POEMA EN FORMA DEMICROSURCO Y MADRUGADA

    Los ángeles en fuga,
    en rebeldía,
    los ángeles, hacia otra guerra,
    hacia otra
    guerra contra Dios y guerra,
    por ser
    por derrocar,
    por ocupar el puerto,
    por iniciar el ciclo, nuevamente,
    por ser, por ascender, por estar siendo
    en el escalafón, en rebeldía,
    por ocupar su puerto, en el retorno
    eterno, en rebeldía,
    los ángeles en fuga
    de un cuadro en pinceladas,
    en nervio, en discusión,
    en melodía,
    los ángeles del cuadro
    y en azules y en blancos
    hacia el retorno,
    hacia Dios,
    rebeldía,
    los ángeles en fuga de ese cuadro
    en azules
    nerviosos
    en fuga, blancos,
    en gerto, en signo, en rasgo, en fuga
    los ángeles,
    en medianoche, fuga y rebeldía.

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    M. Rubios

  • VERSO Y REVERSO

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    Pinos.
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    Cabezas.
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    ¿Con tréboles y un azul?
    Ful.
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    Esquinas.
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    en presupuesto familiar
    en permiso
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    25-26 de noviembre de 1967
    M. Rubios

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    ni sobre grises madrugadas lívidas,
    ya no busco los ecos juveniles
    ni a tiernas bestezuelas hago lírica,
    ni me demoro en el fracaso antiguo,
    ni sueño en grande cúpula francisca.

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    es con la mísmida mirada mía,
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    Es con esta mirada, recorriendo
    el tiempo y el espacio, cuando vibra
    un recuerdo presente de proyectos
    y una amargura doble de colilla,
    cuando se deja ir a la mirada,
    libre por fin de apoyaduras clínicas,
    hacia una meta no determinada
    pero al fondo del Alma presentida,
    cuando se avanza de la mano de alguien
    a quien se avanza de la mano y miras
    (sólo una vez) hacia el remordimiento,
    y dices “no estoy solo”, ¡qué alegría
    y qué tristeza, Luis, la de este grito
    de reto a la lejana amanecida!

    (Por lo que ha de venir, un Himno nuevo;
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    Javier Rubio

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    quizá (las doce)
    de ayer o de mañana
    y revivir
    (pesan)
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    quizá, o serán
    las doce
    (tres y media)
    del tiempo
    y de seguir
    el tiempo el pulso
    en cada tiempo muerto
    de cada uno, (doce)
    y de todos (quizá)
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    25-26 de noviembre de 1967
    M. Rubios

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    A un pintor
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    En el fondo oscuro de tu alma
    nueva, se dibujan las huellas repe-
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    se hunde a cada
    crepúsculo en una teoría de angustias
    infinitas…
    de adioses…
    de esperan-
    zas…
    de nostalgias…
    todo viejo en
    la brújula nueva de tu corazón,
    derramado so-
    bre la paleta magnífica de una páli-
    da primavera leve, sacrificada en
    sus entrañas de sublime y vivifica
    materia de fuego.
    Mientras tanto,
    Dios esparce por el
    Universo su irónico e
    ininteligible aliento,
    como un susurro de vi-
    da…
    de sospecha…
    de
    misterio…
    Y tú,
    pobre marinero,
    pintor apasionado,
    poeta visionario y
    hombre náufrago en su nada y
    en su todo,
    gritas como loco a
    tu tripulación de colores, mos-
    trando tu corazón rojo en la
    palma de tus manos:
    “¡Tierra a la vista!”
    Y es entonces cuando has terminado
    un cuadro: has fundado, capitán de
    tu carabela de oro, otra colonia
    más en el gran universo del espíritu.