SONETO

Escrito mientras Luis Cajal pintaba

Duelo de sol y viento, la mañana
detrás de los cristales sorprendida
tiene perfil de novia ya vencida
por siete duros besos de semana.

Cortan silencios con la silba vana
las turbas galloferas, y la Vida
se repite distinta con desgana
en pareja de Amor adormecida.

Domingo igual, por siempre eternizado
por el Arte que todo lo ennoblece
cuando sus galas por el Mundo expande.

En una habitación, lugar callado,
bajo un pincel ya se perfila y crece
la majestad de San Francisco el Grande.

Madrid, 26 de mayo de 1951
Rubio Romero

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  • POETA MARINERO

    A un pintor
    A un poeta
    A un amigo
    En el fondo oscuro de tu alma
    nueva, se dibujan las huellas repe-
    tidas de tu carabela de oro, capitán;
    marinero de fe y de sueño conquista-
    dor del extraño continente que allá,
    en el borde del mundo
    se hunde a cada
    crepúsculo en una teoría de angustias
    infinitas…
    de adioses…
    de esperan-
    zas…
    de nostalgias…
    todo viejo en
    la brújula nueva de tu corazón,
    derramado so-
    bre la paleta magnífica de una páli-
    da primavera leve, sacrificada en
    sus entrañas de sublime y vivifica
    materia de fuego.
    Mientras tanto,
    Dios esparce por el
    Universo su irónico e
    ininteligible aliento,
    como un susurro de vi-
    da…
    de sospecha…
    de
    misterio…
    Y tú,
    pobre marinero,
    pintor apasionado,
    poeta visionario y
    hombre náufrago en su nada y
    en su todo,
    gritas como loco a
    tu tripulación de colores, mos-
    trando tu corazón rojo en la
    palma de tus manos:
    “¡Tierra a la vista!”
    Y es entonces cuando has terminado
    un cuadro: has fundado, capitán de
    tu carabela de oro, otra colonia
    más en el gran universo del espíritu.

  • EPÍSTOLA PARA UN 28 DE OCTUBRE PRÓXIMO PASADO

    Querido amigo Luis: ya no te escribo
    sobre corbatas verdes agresivas,
    sobre mágicos árboles estáticos,
    ni sobre grises madrugadas lívidas,
    ya no busco los ecos juveniles
    ni a tiernas bestezuelas hago lírica,
    ni me demoro en el fracaso antiguo,
    ni sueño en grande cúpula francisca.

    Y si miro hacia atrás y hacia adelante
    es con la mísmida mirada mía,
    equivocada o cierta, la mirada
    que tengo, intransferible, en esta vida.

    Es con esta mirada, recorriendo
    el tiempo y el espacio, cuando vibra
    un recuerdo presente de proyectos
    y una amargura doble de colilla,
    cuando se deja ir a la mirada,
    libre por fin de apoyaduras clínicas,
    hacia una meta no determinada
    pero al fondo del Alma presentida,
    cuando se avanza de la mano de alguien
    a quien se avanza de la mano y miras
    (sólo una vez) hacia el remordimiento,
    y dices “no estoy solo”, ¡qué alegría
    y qué tristeza, Luis, la de este grito
    de reto a la lejana amanecida!

    (Por lo que ha de venir, un Himno nuevo;
    y por lo ya pasado, una Elegía).

    Madrid, 28-31 de octubre de 1970
    Javier Rubio

  • TIEMPOS

    Quizá serán las doce
    quizá serán las nubes
    quizá
    serán los tiempos de vivir
    o más cerca
    o más en el futuro
    del tiempo que es
    (el mismo)
    aunque a distinta hora
    quizá (las doce)
    de ayer o de mañana
    y revivir
    (pesan)
    de nuevo, y son los de
    quizá, o serán
    las doce
    (tres y media)
    del tiempo
    y de seguir
    el tiempo el pulso
    en cada tiempo muerto
    de cada uno, (doce)
    y de todos (quizá)
    serán las doce
    de ayer, hoy o mañana,
    tarde (quizá) serán
    alguna vez las doce del estornudo.

    25-26 de noviembre de 1967
    M. Rubios

  • SONETO

    El ocio en Luis Cajal rejuvenece
    antiguos ritos de color y forma.
    Con todos los pedazos de la norma
    nuevo paisaje de la tela crece.

    Azul marina nueva se estremece
    y en nueva creación vieja transforma,
    -negro, amarillo- gigantesca horma
    para sueños tan vastos él merece.

    Cuando el Tiempo, que todo lo destruye,
    ciegue sus ojos, por los cuales bebe
    en claras fuentes una luz más pura.

    Otra generación que joven fluye
    ya que su cuerpo contempla lo debe,
    por los siglos contemple su Pintura.

    30 de agosto de 1950
    Rubio Romero

  • VERSO Y REVERSO

    ¿Quién pinta con azulgrís?
    Luis.
    ¿Quién con azul abisal?
    Cajal.
    ¿Y qué hace con los azules?
    Tules.
    ¿Y con los ultramarinos?
    Vinos.
    ¿Con los azules prusianos?
    Manos.
    ¿Con los tonos azulencos?
    Cuencos.
    ¿Y con los azulidores?
    Flores.
    ¿Con azules submarinos?
    Pinos.
    ¿Y con el azul de aurora?
    Flora.
    ¿Con azules y tristezas?
    Cabezas.
    ¿Y con azul y amarillo?
    Tomillo.
    ¿Con tréboles y un azul?
    Ful.
    ¿Con lapislázuli y yedra?
    Piedra.
    ¿Con añil y aguamarinas?
    Esquinas.
    ¿Con lazulita verdosa?
    Otra cosa.
    ¿Con cerúleo perfil?
    Un atril.
    ¿Qué hará entonces Luis Cajal
    con color, pincel y tela?
    Hará azul la noche en vela
    y hará azul el bien y el mal.

    Javier Rubio Romero

  • LUISCAJALLUIS

    Se había detenido una mañana
    a la orilla del agua
    y fue cerrando lentamente los ojos mientras el mundo
    se desnudaba.
    Luego vino la luna y todo eso, y el movimiento y la
    llama,
    y los rojos del tiempo y la oscuridad de la crisálida;
    pero él había asistido ya en su jornada,
    única y mágica,
    a las bodas de la luz con la luz, del sueño con el sueño,
    de la nevada con la nevada.
    Todo podía ser así, todo era así cuando se amaba,
    cuando la mano acariciante era tan justa como la piel
    acariciada.
    Cuando el dorso de las palomas, y el cuello de las frutas,
    y la serenidad de la flor en la cabeza enamorada,
    y más aún, más aún, la cal de los floreros, y las mejillas
    del aire, y las frentes de las casas
    arracimadas
    daban
    un paso no probado, irrumpían con alas,
    más aún, más aún, con sedas que se complacían
    en su alucinante trama…
    Pero cuando un vientre es un lago y sentimos que su azul
    no se acaba
    en los senos de la mujer ni en la mirada
    de la jarra,
    ni en el azul mismo del dios-doncel-dador de los azules
    que se muere besando a flor de piel los labios de
    los malvas,
    sabemos que hay alguien que mira, y nos lo cuenta, y sin
    avergonzamos nos lo canta.
    Y vemos que nace el niño del niño, y la gracia de la
    gracia,
    y nos acordamos de que un día el día se alzaba
    viendo a un hombre en la orilla de un río
    que cerraba los ojos para no ver que el mundo estaba
    mal vestido;
    después llegó el fuego del sol y el vestigio
    de la sangre, y la sombra de los abismos;
    pero él había asistido,
    en su día translúcido y distinto
    al amor de lo blanco con lo blanco, del misterio con
    el misterio, de lo nítido con lo nítido.
    Todo tenía que ser así, todo era así, cuando los hilos
    que tiende el pecho hacia otro pecho son de manera
    amante recibidos,
    cuando los dedos al alojarse en otros dedos se sienten
    a ellos mismos,
    y más aún, más aún, con tiempo que se adelantan a su
    complicado solsticio…
    Pero cuando un vientre es esa música que un brazo apaga
    y no interrumpe su ritmo,
    ni siquiera en la mujer sin pies que sostiene un libro,
    ni en ojos de la lámpara, ni en el azul mismo
    del dador-doncel-dios que los azules que deja su reinado
    a la puerta de los malvas perdidos,
    ya sabemos que hay alguien que dice lo casi nunca dicho,
    y parece un niño dando envidia a otro niño,
    yendo de lo vivo a lo pintado y de lo pintado a lo
    vivo…
    Es cuando recordamos que una mañana alguien se había
    detenido…

    José García Nieto
    De la Real Academia Española