Hombre que llevas la corbata verde,
pintor de medianoche, sibarita
de todos los colores agresivos
y de todas las formas siemprevivas,
en bidimensional y blanco mundo
tú disecas volúmenes y gritas
con bravos amarillos tu disgusto,
con rojas pinceladas tu alegría.
Hombre que estrenas un bigote nuevo
para cada muchacha que te mira,
amador de la luna adolescente,
pintas de pié, pintas sentado, pintas
en las nubes abstractas del ensueño
imágenes sin sombra de sonrisa,
como espejos fantásticos, tus lienzos
informan y estremecen a la vida,
dejando en la retina alborozada
un regusto arco iris, estilista
de los amores rotos en pedazos
y de las parafrénicas marinas.
Hombre que pintas con los dedos pares
unos cuadros tan vivos que respira,
contable de la arena en el Desierto,
Salam, salam, salam, salam, artista
que te lavas los dientes cada noche
con un blanco de zinc-pasta dentífrica,
como dijo el Poeta, es tu pintura
“Sentimental, sensible, sensitiva”.
Viva el azul; en tu chaleco tienes
de botones redondos una fila.
Hombre que atas tus cuadros con cadenas
para que no se marchen cada día
al Museo, pincel autodidacto,
pincel espada, tu pincel avispa,
Luis Cajal, tu pincel independiente
es un pincel que cada cuando pinta.

31 de agosto de 1950
Rubio Romero

A un pintor
A un poeta
A un amigo
En el fondo oscuro de tu alma
nueva, se dibujan las huellas repe-
tidas de tu carabela de oro, capitán;
marinero de fe y de sueño conquista-
dor del extraño continente que allá,
en el borde del mundo
se hunde a cada
crepúsculo en una teoría de angustias
infinitas…
de adioses…
de esperan-
zas…
de nostalgias…
todo viejo en
la brújula nueva de tu corazón,
derramado so-
bre la paleta magnífica de una páli-
da primavera leve, sacrificada en
sus entrañas de sublime y vivifica
materia de fuego.
Mientras tanto,
Dios esparce por el
Universo su irónico e
ininteligible aliento,
como un susurro de vi-
da…
de sospecha…
de
misterio…
Y tú,
pobre marinero,
pintor apasionado,
poeta visionario y
hombre náufrago en su nada y
en su todo,
gritas como loco a
tu tripulación de colores, mos-
trando tu corazón rojo en la
palma de tus manos:
“¡Tierra a la vista!”
Y es entonces cuando has terminado
un cuadro: has fundado, capitán de
tu carabela de oro, otra colonia
más en el gran universo del espíritu.

¿Quién pinta con azulgrís?
Luis.
¿Quién con azul abisal?
Cajal.
¿Y qué hace con los azules?
Tules.
¿Y con los ultramarinos?
Vinos.
¿Con los azules prusianos?
Manos.
¿Con los tonos azulencos?
Cuencos.
¿Y con los azulidores?
Flores.
¿Con azules submarinos?
Pinos.
¿Y con el azul de aurora?
Flora.
¿Con azules y tristezas?
Cabezas.
¿Y con azul y amarillo?
Tomillo.
¿Con tréboles y un azul?
Ful.
¿Con lapislázuli y yedra?
Piedra.
¿Con añil y aguamarinas?
Esquinas.
¿Con lazulita verdosa?
Otra cosa.
¿Con cerúleo perfil?
Un atril.
¿Qué hará entonces Luis Cajal
con color, pincel y tela?
Hará azul la noche en vela
y hará azul el bien y el mal.

Javier Rubio Romero